La magia del Cinco de mayo

Latin America Special Issue

Page

70

Words by

Brianna Garrety, age 12

Pictures by

Isabella Loghides, age 13

Translation by

Narration by

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Se escucha el traqueteo del auto conforme avanzamos por un polvoriento callejón. Mis papás miran el mapa como si buscaran entender un idioma extranjero. Las llantas rechinan cuando damos una vuelta muy cerrada en la calle principal. —Vaya —, murmuro.

Un cartel llamativo que dice “Cinco de Mayo” cuelga sobre la calle. Cinco de Mayo. Aunque suena tan familiar, su significado yace en algún lugar profundo de mi ser.

—Cinco de Mayo —dice mi mamá como si leyera mi mente. El tono de su voz me hace sentir tonta. —Es la razón por la que vinimos a México en este día festivo.

“Aromas exóticos me inundan la nariz y hacen que mi panza gruña. Corro sin hacer caso a mis papás que ahora me llaman a gritos. Las luces y la música me rodean hasta que caigo en el caos y la magia de la noche”

Conforme habla, mi papá se estaciona de manera agresiva. Abro la puerta. Aromas exóticos me inundan la nariz y hacen que mi panza gruña. Corro sin hacer caso a mis papás que ahora me llaman a gritos. Las luces y la música me rodean hasta que caigo en el caos y la magia de la noche.

Me levanto del suelo y miro hacia abajo. Revoloteándome contra los tobillos encuentro un delicado vestido del azul del océano que se pinta de morado con las luces. Me rodean gráciles muchachas que se ven igual que yo. Hay música suave. Mis pies se mueven al compás y el vestido se me enreda en las piernas bronceadas.

La gente en la calle celebra y aplaude cuando me deslizo por el camino. La euforia me consume. Tropiezo con mi hermoso vestido y me caigo. Cierro los ojos, apenada, temerosa de la reacción de la multitud.

Poco a poco abro los ojos. Estoy impactada. Una vez más me encuentro transportada, pero ahora visto un delantal blanco impecable. Muelo un hermoso aguacate verde hasta que queda como la seda. Las gotas de sudor me caen de la frente con cada pulso de la mano. Los chefs a mis espaldas hacen pedidos de comida y hacen que mi cerebro entre en pánico.

—Otra olla, ¡pero ya! —grita un joven tras de mí.

—Voy, —trato de decir con calma. Me agacho para levantar la olla, pero tan pronto me levanto ya no está entre mis manos.

Sostengo una hermosa guitarra café. Toco una bella melodía para el público que grita y festeja y llena las calles con su canto, su baile y sus asombrosos instrumentos. Mi voz temblorosa se escucha incrédula. Cierro los ojos. Siento que el cerebro se me va.

¡Qué padre! —pienso al ver la celebración. Abro los ojos de nuevo, espero ver una multitud, pero no hay nadie.

Me disperso y noto que estoy de vuelta en la calle donde caí. ¿Qué ocurrió? ¿Fue un sueño? ¿O fue la magia del Cinco de Mayo?